Ya lo decía con gran acierto la nota promocional del ciclo Sons los días previos al concierto: «Hay que esucharla para darse cuenta de que, camufladas en una apariencia de sencillez y simplicidad, nos entrega unas píldoras adictivas como pocas. (…) Con cada disco añade más ingredientes a su receta, alejándose contra corriente del estereotipo de la cantautora lánguida con guitarrita tan de moda actualmente». Tal cual. Dawn Landes sorprendió a todos el pasado lunes en el Veneno Stereo de Castellón, donde hacía escala entre sus conciertos de Madrid y Barcelona, con un concierto variado y divertido. Lleno de matices. Sonaron sus mejores composiciones folk-pop, pero también las más rockistas, country, psicodélicas, introspectivas… ¡pero si hasta cantó en francés! Dulce y plural, sí.
La sala de la calle Alcalde Tárrega se llenó hasta la bandera para responder a la convocatoria de última hora del Sons, ya que inicialmente el ciclo ya estaba finiquitado hasta el año que viene y el concierto no estaba previsto en la programación. Una agradable sorpresa para un lunes de un noviembre que se resiste al frío. Y esa calidez extemporánea se trasladó al interior del Veneno Stereo, donde la cantante neoyorquina se supo meter al público en el bolsillo desde el primer momento, perfectamente escoltada por Ray Rizzo y Josh Kaufman al bajo, la guitarra, la batería, las percusiones, las programaciones, los coros…
Lo primero que descolocó es que eran tres pero parecían cuatro durante muchos momentos. Compenetrados -especialmente los juegos de voces- y transitando con solvencia por los distintos terrenos que pisaron, siempre in crescendo, desde los momentos más minimalistas del arranque hasta el rockista y distorsionado final. La dulce voz de Dawn Landes fue deslizándose con distintos envoltorios, como en una degustación de buena música popular. Pero sin estándares, todo con personalidad y enfoques singulares, en la línea de la mayoría de sus influencias: Wilco, PJ Harvey, Pavement, Suzanne Vega, Raveonettes, Johnny Cash, Byrds y, sobre todo, Beck, al que de alguna manera recuerdan bastantes composiciones de la norteamericana.
Tocaron las mejores de Dawn Music, como la espléndida «Kissing Song» o «Suspicion», pero sobre todo la variedad de palos de su tercer y último disco, Sweet Heart Rodeo (Cooking Vinyl, 2009), que tras el concierto se vendió como rosquilletas. Y ese pedazo de single, bello y atemporal que es «Straight Lines». ¿Habrá alguna sorpresa más del ciclo Sons antes del Tanned Tin?