Cine

La cultura y la historia. El director Alberto Morais nos habla de ‘Los chicos del puerto’

Alberto Morais ha presentado su última película, 'Los chicos del puerto', en el Festival Internacional de Cine de Moscú. La presencia del film en un festival de Clase A da pie a que hablemos con el realizador y productor vallisoletano de temáticas tan urgentes como la situación de nuestro cine y la cultura en Europa. Y del trato que se le da a la historia y la memoria en España partiendo de su historia, ambientada en los barrios del Campanar y Nazaret de Valencia y en el Puerto de Sagunto.
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Parece que después de Cannes se termine la temporada, pero no. Ésta acaba de comenzar, y apenas un par de meses después de la cita en la Croisette se celebró el segundo festival de cine más antiguo del mundo: el Festival Internacional de Cine de Moscú, que este año llegó a su 35ª edición.

Y, por fin, nos llega una magnífica noticia para el cine español: la participación en la sección oficial de la última película de Alberto Morais (Valladolid, 1976): Los chicos del puerto. El realizador vallisoletano ya estuvo presente en Moscú con su anterior largometraje, Las olas (2011), que cosechó los premios a mejor película, el FIPRESCI y el de mejor actor para Carlos Álavarez-Novoa. En esta ocasión, Morais no estuvo acompañado por un ganador del Goya (por Solas, Benito Zambrano, 1999), sino por tres jóvenes de los barrios del Campanar y Nazaret de Valencia, y del Puerto de Sagunto. El premio fue para la turca Zerre (Partícula) de Erdem Tepegöz, pero el film de Morais dejo un buen sabor de boca y el reconocimiento de un estilo propio y una filmografía bien definida que el cineasta va consolidando con cada película.

Miguel (Omar Krim) se embarcará en un viaje, junto a sus amigos Lola (Blanca Bautista) y Guillermo (Mikel Sarasa), con el objetivo de ir a un funeral y depositar una guerrera militar en la tumba de un amigo de su abuelo, que encerrado en casa por su propia familia no podrá acudir a la ceremonia. El viaje, partiendo del barrio de Nazaret, se convertirá poco a poco en un azaroso trayecto de incertidumbres.


El tercer largometraje de Alberto Morais, después del documental Un lugar en el cine (2007) y la citada Las olas, consolida la trayectoria del cineasta y pone una piedra más en el camino que el nuevo cine español al margen está recorriendo para ocupar mayor reconocimiento y un lugar en las salas. De la situación de nuestro de cine (y la cultura en general), de la gestación y el proceso de desarrollo del film y la relación de éste con su contexto socio-político e industrial nos habla su director en la siguiente entrevista.

>Con Los chicos del puerto repites en Moscú después del éxito que supuso Las olas. ¿Cuáles son las sensaciones de que vuelvan a seleccionar una película tuya en el festival?
Estrenar la película en la Sección Oficial de un festival de clase A con la historia de Moscú ya es una gran suerte, más allá de todo lo demás, así que estoy feliz. Es un festival que ya conozco, me gusta porque es muy acogedor, y no todos los días puede uno visitar Rusia; esta vez me escaparé también a San Petersburgo.

>La verdad es que es toda una alegría que Los chicos del puerto participe en un festival de Clase A en un momento donde el cine español está siendo olvidado por estos centros de atención. La nula participación española en Cannes ha sido un duro golpe y una llamada de atención. ¿Cómo ves el futuro del nuestro cine?
Ahora mismo se está discutiendo en Europa la naturaleza propia de la “excepción cultural”, ¡Qué vergüenza de Europa! Esto significa un retroceso de 60 años y la desmantelación de facto del concepto de “diversidad cultural”. Es una noticia terrible. Tal y como están las cosas en el presente, si el Estado no apoya la diversidad cinematográfica, el plus valor que genera el cine en el seno de la sociedad se perderá. Si gracias a las políticas de Malraux nacieron los Truffaut o los Godard, merced a estas nuevas políticas neoliberales, no habrá salida. Si España no pudo experimentar la modernidad cinematográfica debido a que estaba bajo un régimen fascista que duró cuarenta años, éste es un nuevo y doble golpe a un país que todavía está en pañales. La responsabilidad ahora mismo es nuestra, si no enfrentamos esta situación de forma colectiva, si no sabemos mirar más allá del propio ombligo, el vacío será impresionante.

>Sin lugar a dudas, tu obra es una de las apuestas más personales que hoy podemos encontrar en nuestro cine. Otras voces de este cine al margen de la industria, o periférico, serían las de Javier Rebollo,  Marc Recha o Jonás Trueba. Y en el campo del documental podríamos destacar a Carla Subirana, Mercedes Álvarez o Elías León Siminiani, que también trabajan el género de manera particular. Nos dejamos muchos nombres de estos cineastas que mantienen un compromiso conjunto respecto a la situación del cine español y las formas de abordarlo. ¿Cuál es tu opinión respecto a este “nuevo cine español al margen”?
Decía mi padre, que era médico en la sanidad pública y que pasó los últimos años de su vida trabajando sin parar en un barrio de Valencia llamado Nazaret, que las zonas, los lugares, no eran “marginales”, sino que eran marginados. Con la cultura en  España ocurre lo mismo. Nadie en su sano juicio quiere hacer un cine al margen, lo que ocurre es que en este país no ha habido un intento de llevar el cine a los colegios como hicieron Jack Lang y Alain Bergala en Francia. No, en España hay un problema de “Auto Odio”  hacia la propia cultura. Anomalía que se estudia en las facultades de Filología. Aquí la cultura está mal vista, es sospechosa, y claro, hay que marginarla, invisibilizarla, no darle cuartel. La cultura en España, y no sólo hablo de cine, se vive como una anomalía, como un cuerpo extraño, un cáncer que hay que erradicar. Es una cuestión histórica, educacional, sociológica y política. Ese es el campo de batalla.

Alberto Morais.

>Entrando de lleno en Los chicos del puerto. ¿Cuál es la motivación inicial que te lleva a realizar esta película?
Iba a ser un proyecto documental vinculado a una parte de cierta generación, la de mi padre, que luchó en la clandestinidad durante el franquismo por un cambio real en esa España de guardar donde vivían, y que se quebró con la llegada de la transición. Para ellos el fraude fue de tal calibre que hicieron de una batalla general, una guerra particular, día a día. En el caso de mi padre, que era médico de atención primaria, se metió de lleno apoyando el asociacionismo en el marginado barrio de Nazaret. Me puse a escribir en el centro de juventud del barrio, y viendo a los chavales de aquí para allá, sus juegos, sus silencios y, por supuesto, sus miradas, nació la historia de Los chicos del puerto, que, como ocurre a menudo, nada tiene que ver con el proyecto inicial.

>Es bien conocida la dificultad de levantar proyectos audiovisuales, y todavía más si son cinematográficos, en España. ¿Podrías comentarnos brevemente como se llevó a cabo la producción de Los chicos del puerto?
Los chicos del puerto ha sido posible gracias al apoyo del ICAA y el IVAC, además de RTVV y la financiación privada. Lo que está claro es que sin el apoyo claro de las instituciones públicas no sólo en España sino en toda Europa, la diversidad cinematográfica corre peligro, y digo esto e insisto de nuevo porque se está negociando la inclusión de la cinematografía en los acuerdos GATT entre EEUU-EU. Si esto ocurriera sería la eliminación de la excepción cultural europea y un destrozo sin precedentes al cine tal y como lo hemos entendido en Europa desde el fin de la II Guerra Mundial. Podemos hacer algo: firmar aquí en contra de ésta política invasiva.

>En las imágenes y el tráiler que podemos encontrar en la web del film y en su página del Facebook, destacan las miradas de los personajes, cargadas de fuerza y de sentimiento que se transmiten nada más verlas. Además de tener un aire Pasoliniano ¿Cómo fue el proceso de selección de tus protagonistas? ¿Y el trabajo con los niños?
Hicimos un casting de 600 niños buscando una mirada, una expresión. Al final el protagonista salió del barrio de Nazaret, justo la geografía inicial de la película. Omar Krim tiene la mirada de un chico de 12 años que ha vivido ya muchas cosas a su edad. El trabajo con los niños fue duro, severo y exigente. La exigencia y la responsabilidad es algo que les trasladé como parte del equipo. Les traté como adultos, buscaba compromiso, y lo encontré. Ellos son la película.


>En Las olas se intuía la influencia del cineasta griego Theo Angelopoulos, tanto a nivel narrativo como de puesta en escena. Además del viaje como parábola que aglutina todo el significado del relato.  La historia de Los chicos del puerto vuelve a desarrollarse a lo largo de un viaje, en el que el subtexto tiene un gran peso. ¿Ves Los chicos del puerto como una película que habla de su época en clave de parábola?
Toda película es hija del momento en que se produce, digamos que ese es un punto de vista dialéctico o si quieres, marxista de la historia. Pero no hay una autoría, no hay un discurso ideológico en primera instancia. Si ruedas la película en un momento de crisis sistémica, en unos lugares marginados y de periferia geográfica de una ciudad, creo que, de alguna manera, el cine tiene esa capacidad manifiesta de porosidad con lo real.

>Aparte de Angelopoulos, en esta ocasión, los ecos de Abbas Kiarostami también parecen hacerse presentes en el argumento, especialmente su película ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987) ¿Ha sido un punto de referencia esta película?
Kiarostami es el maestro de maestros trabajando con niños, como lo es Erice y también aunque de otra generación, Kore-eda.

>Tus películas nos hablan de la historia, de la preocupación por el pasado, la memoria, y su implicación en el presente. También se  centran en personajes outsiders, podríamos decir, individuos solitarios, que viven en la periferia de la ciudad o del cine, según el caso.
Cuando en este país se ha llevado a la pantalla películas sobre el pasado y la memoria  siempre ha sido, por lo general, desde un punto de vista costumbrista, teatralizante, alejado de las posibilidades del cinematógrafo. Es la diferencia que decía Pasolini entre la reconstrucción histórica y la reinterpretación de la misma. Es un problema extraordinario el que tiene España con el pasado y la memoria.

>Lo más probable, como está sucediendo con películas como las de Rebollo, Subirana o Siminiani, es que no lleguen a Castellón por vía comercial, y lo hagan estrenándose en salas como la del Paranimf de la Universitat Jaume I, en el Espai d’Art Contemporani de Castelló o el Teatre Municipal de Benicàssim. ¿Crees que Los chicos del puerto podría llegar a estrenarse en una sala convencional?
En nuestro caso tenemos la confianza de contar con la distribuidora Barton Films, con quienes ya trabajamos en Las Olas, y se prevé el estreno en salas en otoño de este año.

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