Música

Rendidos al piano multicolor de Elian Elias

La brasileña pone en pie al Auditori de Peñíscola en la segunda gran cita del Festival de Jazz.
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La brasileña Eliane Elias abrió su gira europea en el Festival de Peñíscola.

La brasileña Eliane Elias abrió su gira europea en el Festival de Peñíscola. Foto: D. A.

Danny Boodmann T. D. Lemon Novecento es el personaje sobre el que gira Novecento, el monólogo teatral creado por Alesandro Baricco y llevado al cine por Giusseppe Tornatore como la La leyenda del pianista en el océano. Ambos recogen un duelo de manos en el que el protagonista enciende un cigarrillo al acercarlo a una de las cuerdas gracias al calor provocado por el martilleo constante de las teclas. Velocidad pura.

Eliane Elias pudo hacer lo propio el pasado viernes en Peñíscola, con motivo de la edición del VI Festival de Jazz. Pero no es sólo rapidez y técnica. Es mucho más. Es también suavidad, alma, calor. Y voz. Y está acompañada por unos músicos fantásticos.

Con motivo del 50 aniversario del nacimiento de la bossa nova y para presentar su último disco, Bossa Nova Stories (Blue Note, 2008), la brasileña, asentada en Nueva York, hizo un repaso a los clásicos del género y pasó por su tamiz otros temas. «Crecí escuchando Bossa Nova y está en mi ADN», reconoce en su disco, donde agradece todo lo que aprendió en tres años de gira con Vinicius de Moraes.

En su repertorio, «Desafinado», «Falsa Baiana», «They Can’t Take Away From Me», «Minha Saudade», «A Ra»… Después de poco más de una hora de recital, dijo que se iba, con el público en pie rompiendo a aplausos. Pero sabíamos que iba a volver, pues faltaba «The Girl From Ipanema». Con esta pieza comenzó el bis preparado, cada vez más común y que se ha colado en los conciertos como una parte más, desvirtuando su verdadera esencia.

Marc Johnson deleitó  con su trabajo con el contrabajo. Le bastaron dos solos para demostrar su enorme calidad. «¿Por qué crees que me casé con él?», bromeaba Eliane tras el concierto con una seguidora entregada mientras firmaba autógrafos y saboreaba una copa de vino bien merecida. El del músico estadounidense fue uno de los grandes momentos de la noche, al que también se quiso sumar Rafael Barata, un batería de cuatro manos y dos cerebros, con tanta rapidez como variedad en sus recursos. Se echó en falta el momento de gloria de Rubens de la Corte, el guitarrista que nunca recibió los focos y se dedicó a acompañar con solvencia al resto del cuarteto.

«¿Había algo de música cubana?», le preguntaba una seguidora. «Sí», contestaba Eliane. «Y de jazz clásico». «También». «Y de…». «También, también…». Y mucha improvisación.

Todo ello encuentra sentido en el piano multicolor de la brasileña, que tiene la gran virtud de hacer encajar piezas distintas en un mismo bloque sin desvirtuar la coherencia. Suena a gloria y atrapa incluso a los no iniciados en el género.

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